Iñaki había llevado su cámara; yo, la mía. Salimos dispuestos a saldar la deuda del día anterior. El viaje de ida lo habíamos hecho sin detenernos, dejando por el camino, viñedos tricolores y ocres choperas que nos reclamaban como sirenas.
Él fue por un lado; yo, por otro; los demás, con los niños, tomaron el rumbo de los nogales.
Durante un tiempo, las nubes apagaron los tonos, dejando únicamente la tristeza del otoño. De pronto, el viento; nuestro amigo en movimiento. Un hueco entre las nubes y un rayo de sol me hacen arrodillar, dando las gracias y buscando, de paso, un mejor encuadre.
Al tiempo, nos reunimos, y volvimos a los coches llenos de alegría, fotos, nueces y almendrucos.
PD: Y, como en su día sucedió, alguien nos contemplaba desde lo alto sin nosotros saberlo.
miércoles, 3 de noviembre de 2010
Colores de otoño.
PD2: Un clic en la foto, que así, en pequeño...
Etiquetas:
excursiones,
familia,
fotografía,
naturaleza
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
Ya me pareció a mí que aquel brillo que se movía entre viñedos se me hacía familiar...
¿Brillo? Sería cuando me quité la visera.
¡Qué preciosidad, Sergio!
Publicar un comentario